lunes, 10 de enero de 2011

Chau pedacito de infancia.


Murió María Elena Walsh y en honor a la importancia de su presencia en mi infancia, me permito llorarla un poquito, casi como si la hubiese conocido, como si hubiese sido una tía o una abuela.
Y me pregunto: ¿Acaso no lo fue? ¿No fue ella esa tía o abuela que a través de sus libros me contaba historias? Sí, quiero creer que si.
Sus libros fueron mis primeros tesoros. Llegaron a mis manos gracias a una de mis tías, que desde muy chica comenzó a enseñarme el amor por la lectura y que más tarde me llevaba a la librería para que me sumerja entre sus estantes y pueda elegir yo misma lo que quería leer.
La imaginación de María Elena me abrió la puerta de un mundo donde todo era posible, un reino del revés, donde nada el pájaro y vuela el pez; donde un elefante se transforma en mascota; donde un gato pesca sombreros con una caña desde una ventana; donde una letra llamada plapla es eliminada del abecedario por inquieta y movediza; donde un mono caza a una naranja a la orilla de una zanja; donde una batata es reina y donde una vaca de la quebrada de Humahuaca quiere ir a la escuela.
Ella fue mi primera compañera durante las madrugadas donde yo comenzaba a despuntar el vicio de la lectura nocturna. Ella la culpable de que cada noche me peleara con mi hermana porque quería apagar la luz y yo quería seguir leyendo hasta caer rendida de sueño.
Ella, su voz y sus letras fueron la música que acompañó almuerzos y cenas en casa. Todos cantando las canciones. Mi papá, mi hermana y yo bailando el twist del mono Liso en el living en más de una ocasión.
Hoy se fue, la lloro, pero me siento afortunada de haberla tenido, de haberla leído, de poder apreciar a ciencia cierta lo que fue y lo que nos dejó.
Hoy se fue y se lleva con ella un pedacito de mi infancia, aún así, yo me siento millonaria al saber que todavía tengo sus libros, ajados, recontra ídos y con olor a viejo.
Me siento un poquito feliz de que mis hijos sepan quién es, de que tengan una colección de su obra y hasta fantaseo con la idea se ser abuela y poder comprarle y leerle sus libros a mis nietos.
Gracias María Elena por Dailan Kifki, por Doña Disparate y Bambuco, por Zoo Loco, por Tutú Marambá, por Cuentopos de Gulubú. Gracias por la Vaca estudiosa, por el Brujito de Gulubú, por el gato que pes, por la Reina Batata, por Mono Liso y la naranja. Gracias por tu reino del revés, por Manuelita, por Osoflete Colorete, por la marcha de Osías en el bazar.
Gracias por tratarnos como adultos aún cuando éramos niños. Gracias por hacernos sentir niños, aún cuando ya nos convertimos en adultos.
GRACIAS, gracias por tanto. Te debo una.

6 comentarios:

  1. Me hiciste recordadçr tantas cosas lindas! Ahora me doy cuenta que hemos compartido no solamente nuestra amistad sino también nuestros libros! También yo me vi beneficiada por tu tía y por la Rayuela!! Hermoso lo que escribiste... fue una gran pérdida, pero de verdad cuánto nos deja no? Besitos amiga mía.

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  2. Hermosa anónima mía. Quién más podés ser que vos. Sí amiga, claro que sí. Hemos compartido nuestra infancia, nuestra adolescencia y seguiremos compartiendo todo, lo sé.
    Y sí, sabés que mi biblioteca fue tuya, y la de tu vieja fue mía un poquito también. Y así aprendimos a amar la lectura.
    Nos deja demasiado y ese es el gran consuelo.
    Te amo.

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  3. Es muy hermoso lo que escribiste.

    Es inevitable, todos hicimos un regreso espontáneo y colectivo a esas épocas en que nos dedicábamos solamente a soñar, a imaginar, a fantasear...
    Y hay veces en que el día a día, los problemas, el trabajo y la mar en coche hacen que nos olvidemos cómo se sueña o fantasea. Pero es automático, basta con cantarle o contarle a un niño un cuento de María Elena Walsh para que su carita sonriente nos muestre de nuevo cómo es la felicidad. Con eso sólo, basta para recordarla por siempre.

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  4. Gracias Iván. Yo creo que María Elena tiene asegurado nuestro recuerdo para siempre, y el de nuestros hijos, y nuestros nietos y así para siempre. Ojalá no me equivoque.

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