martes, 9 de octubre de 2012

Mantra para un martes devenido en lunes

La puerta se cierra a mis espaldas, el mundo es un laberinto y estoy otra vez en el principio.
Ahí estoy, perdida, sin encontrarme. Otra vez.
Todavía no son las 8, recién salí de casa y ya quiero volverme a la cama. Este martes devenido en lunes no ayuda en nada.
De repente algo roza mi hombro.
Reacciono.
Asomo la cabeza por encima del laberinto.
Una mano pequeña, posada en mi hombro, me acaricia con su dedo gordo.
No hay palabras. Sólo esa mano acariciándome.
Tiago, desde el asiento de atrás del auto, todo lo adivina, todo lo intuye, todo lo entiende. Siempre.
Y no dice nada, quizá porque con sus 8 años no sabe qué decir, y por eso pone su mano en mi hombro y diciendo, sin decir, me dice: "acá estoy, no estás sola".
Cierro los ojos por unos segundos con mucha fuerza.
No vale llorar, me digo a mí misma.
Y me prometo que esa caricia será mi mantra de este martes tan lunes.
Que pensaré en ese gesto ante cada ahogo, ante cada falta de aire, ante cada ganas de salir corriendo a ningún lugar.
A veces, o quizá casi siempre, lo que salvan son esas pequeñeces.
Hoy voy a pensar en pequeño.