Mujer, hija, hermana, madre, esposa, amante, tía, periodista, amiga…Soy todo eso, y a veces más. Ejerzo de a ratos y a veces a tiempo completo, con todo mi humor y mi paciencia y, a veces, sin ninguna de las dos cosas. Soy artesana de mi destino: lo moldeo a mi gusto, como quiero, como me va saliendo. Soy lo que hay y siempre, o casi siempre, me gusta lo que soy. Hoy, lo comparto con ustedes.
viernes, 20 de agosto de 2010
Mi amiga en la gran ciudad.
Ella es mi amiga del alma. No de esas que elegí cuando era una niña y, no obstante la corta edad, con excelente tino. Ella es de esas que uno elige de grande, sabiendo bien lo que elige y por qué lo elige.
Ella es mi maestra. La que cuando salí de la facultad me encontró y me recibió con los brazos abiertos.
La que me enseñó a amar mi profesión de un modo que es imposible de explicar, como ella y yo sabemos que se ama el periodismo.
Ella es amor. Es entrega absoluta. Ella es dueña de una generosidad que pocas veces vi en mi vida y, hay que decirlo, de los ojos más celestes que ví alguna vez.
Ella es hoy mi hermana, conocedora de mis secretos más profundos. Mi ángel guardián.
Ella, esa de la que les hablo, me enseñó que todo se logra con tenacidad y por eso mismo, hoy está perdida en una de las ciudades más increíbles del mundo.
Soñamos en un principio con hacer la travesía juntas. Era un sueño demasiado loco. Lo soñamos y se dio sólo para una. ¿Importa? Ni un poquito.
Perdida en Shanghai, recién llegada, me habla por teléfono. Se le adivina la felicidad y la sorpresa ante esa ciudad en cada palabra.
Me cuenta que va en el subte con aire acondicionado, sí, con aire acondicionado porteños (no vale morirse de envidia) Me cuenta que es todo increíble, que es de día y que no deja de sorprenderse ante cada detalle.
Yo, que ya adivinarán soy bastante floja, me emociono profundamente.
Me emociono porque pienso que en la otra punta del mundo pensó en llamarme, me emociono porque su felicidad me hace tan feliz, que no puedo dejar de sentirla propia.
Me dice que me extraña, que soy su mejor compañera de viaje (hemos viajado mucho juntas y somos una dupla perfecta) y que sabe que como nadie estoy disfrutando este viaje con ella. No se equivoca, porque yo, que estoy frente a esta computadora intentando terminar con todo el trabajo atrasado, tengo un tercio de mi cuerpo y mi cerebro en Shanghai junto a ella. Y con eso que parece ser tan poquito, soy inmensamente feliz, sólo porque ella, mi compañera, mi hermana, mi amiga, mi socia, es en este momento feliz de verdad.
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