miércoles, 19 de enero de 2011

¿Nos damos una tregua?

Hoy pedí gancho. Me permití una tregua.
Me dije a mi misma que iba a poder, y pude.
No salté la muralla, todavía sigue siendo muy alta. Pero me animé a subirme a una escalera para poder ver del otro lado, para intentar extenderte mi mano y ver si de una vez por todas logro tocar, aunque sea, la punta de tus dedos.
No sé si funcionará. No sé si podré.
Teneme paciencia, entendeme. No es fácil para mi.
Prometo tenerte paciencia, prometo entenderte. Sé que tampoco es fácil para vos.
A veces se hace difícil traspasar mi coraza, lo sé. Pero sabe que también es difícil luchar con algunos sentimientos que llevan instalados largo tiempo dentro nuestro.
Pero voy a intentarlo, te lo prometo.
Voy a intentarlo por mi. Voy a intentarlo por vos.
Y si en el intento logro rozar aunque sea la punta de tus dedos, si en el intento logro acercarte a mi corazón, entonces todo el esfuerzo habrá valido la pena.

lunes, 10 de enero de 2011

Chau pedacito de infancia.


Murió María Elena Walsh y en honor a la importancia de su presencia en mi infancia, me permito llorarla un poquito, casi como si la hubiese conocido, como si hubiese sido una tía o una abuela.
Y me pregunto: ¿Acaso no lo fue? ¿No fue ella esa tía o abuela que a través de sus libros me contaba historias? Sí, quiero creer que si.
Sus libros fueron mis primeros tesoros. Llegaron a mis manos gracias a una de mis tías, que desde muy chica comenzó a enseñarme el amor por la lectura y que más tarde me llevaba a la librería para que me sumerja entre sus estantes y pueda elegir yo misma lo que quería leer.
La imaginación de María Elena me abrió la puerta de un mundo donde todo era posible, un reino del revés, donde nada el pájaro y vuela el pez; donde un elefante se transforma en mascota; donde un gato pesca sombreros con una caña desde una ventana; donde una letra llamada plapla es eliminada del abecedario por inquieta y movediza; donde un mono caza a una naranja a la orilla de una zanja; donde una batata es reina y donde una vaca de la quebrada de Humahuaca quiere ir a la escuela.
Ella fue mi primera compañera durante las madrugadas donde yo comenzaba a despuntar el vicio de la lectura nocturna. Ella la culpable de que cada noche me peleara con mi hermana porque quería apagar la luz y yo quería seguir leyendo hasta caer rendida de sueño.
Ella, su voz y sus letras fueron la música que acompañó almuerzos y cenas en casa. Todos cantando las canciones. Mi papá, mi hermana y yo bailando el twist del mono Liso en el living en más de una ocasión.
Hoy se fue, la lloro, pero me siento afortunada de haberla tenido, de haberla leído, de poder apreciar a ciencia cierta lo que fue y lo que nos dejó.
Hoy se fue y se lleva con ella un pedacito de mi infancia, aún así, yo me siento millonaria al saber que todavía tengo sus libros, ajados, recontra ídos y con olor a viejo.
Me siento un poquito feliz de que mis hijos sepan quién es, de que tengan una colección de su obra y hasta fantaseo con la idea se ser abuela y poder comprarle y leerle sus libros a mis nietos.
Gracias María Elena por Dailan Kifki, por Doña Disparate y Bambuco, por Zoo Loco, por Tutú Marambá, por Cuentopos de Gulubú. Gracias por la Vaca estudiosa, por el Brujito de Gulubú, por el gato que pes, por la Reina Batata, por Mono Liso y la naranja. Gracias por tu reino del revés, por Manuelita, por Osoflete Colorete, por la marcha de Osías en el bazar.
Gracias por tratarnos como adultos aún cuando éramos niños. Gracias por hacernos sentir niños, aún cuando ya nos convertimos en adultos.
GRACIAS, gracias por tanto. Te debo una.