Hace un año vivía uno de esos momentos que, estoy segura, van a quedar guardados para siempre en mi memoria.
Asistía, a la distancia, al debate en el congreso para la aprobación de la Ley de Matrimonio Igualitario, que finalmente fue aprobada en medio de la madrugada, mientras miles de argentinos seguíamos de cerca el desarrollo de ese momento histórico. Sí, yo fui de esas que se quedó hasta el final, la que puteó los discursos retrógrados de muchos de nuestros legisladores, la que se emocionó con la votación, la que lloró cuando quedó aprobada la ley, la que sintió en ese momento que como país habíamos crecido 100 años de golpe, la que al despertarse al día siguiente se sintió feliz por el logro colectivo.
Poder vivir esas horas a través de la TV, y compartir e intercambiar opiniones en las redes sociales, fue una de las cosas que también hicieron a ese día especial. La adrenalina vivida fue increíble, gloriosa, única.
Y tengo que decir que cuando la posibilidad de que surja una ley de este tipo se instaló en la sociedad, supe desde un primer momento cuál era mi postura, sin dudas y con absoluta convicción estaba A FAVOR del Matrimonio Igualitario.
Y aunque no soy militante de ningún partido, la defendí cada vez que pude, en los ambientes más diversos y ante personas que opinaban distinto a mi, aún a riesgo de entrar en terreno escabroso y convertirme en el aguafiestas de la reunión.
¿Y saben qué? No lo hice por ninguno de ustedes. Lo hice por un motivo pura y exclusivamente personal.
Lo hice porque en lo único que pensé desde un primer momento fue en mis hijos. Pensé en que si algún día ellos venían a decirme que eran homosexuales, yo quería para ellos lo mismo que tuve yo.
Quería igualdad de oportunidades y condiciones sin importar su elección o condición sexual.
Quería que la tengan fácil, al menos en ese sentido. Que no tengan que luchar contra posibles discrimaciones, que pudiesen elegir lo que mejor les parezca, como harían sus primos o amigos heterosexuales.
Quería que sus sentimientos y sus preferencias no fuesen un impedimento para alcanzar la plenitud y la felicidad, en un mundo donde ya de por sí, no es tarea sencilla ser feliz.
Y sí, perdón, pero pensé en ellos por sobre todos ustedes. Pasa que a veces la sangre tira, ¿vio?
Ah, y perdón por Olmedo también...
Muchos fuimos testigo de ese gran salto, muchos habrán puteado y otros tantos, nos alegramos. Entendimos que la igualdad tiene que estar y que si lo pensamos, en la balanza tal vez tenga más peso el lado jurídico de la situación. Como estudiante de Derecho, me tocó participar en varios debates, donde claramente se pueden escuchar las peores o mejores cosas que un ser humano pueda decir.
ResponderEliminarDesde mi humilde lugar, opino y siento lo mismo que vos. Y también lo defiendo, no por que quiera aparentar, ir con la mayoría o por que tenga algún conocido cercano que sea homosexual, sino por que creo que así debe ser, que todos debemos aportar nuestro granito de arena, al fin y al cabo la sociedad es UNA SOLA y lo que pasa o deja de pasar nos afecta a todos.
Un placer leerte, reina. Beso enorme
Bonita, gracias por leerme.
ResponderEliminarCreo que tanto lo jurídico como lo social tienen gran peso. Yo quiero que ante la ley, tengamos los mismos derechos. Por ejemplo, también estoy de acuerdo con la adopción. Lo importante de una familia es el amor, no que los integrantes sean un hombre y una mujer. He conocido cada familia bien conformada donde lo último que hubo fue amor y donde el daño hecho a los hijos fue tan grande, que dudo que padres del mismo sexo puedan cagarle la vida a un chico.
Y lo social es otro punto. No quiero más dedos levantados juzgando a nadie. Seamos libres y respetuosos de los otros y sus elecciones. La vida es corta para andar perdiendo tiempo en esos menesteres.
Besos y gracias otra vez.
Que bien te explicas, yo siempre digo que lo triste de este mundo es que la leyes las dicten personas y perjuicios, cuando deberían dictarlas la sensatez y el sentido común.
ResponderEliminarY sí, pero pasa que el sentido común es el menos común de los sentidos...
ResponderEliminarGracias por pasar y leer!
Excelente lo que escribiste la verdad...A mi me paso algo muy parecido, aca en capital se habia convocado a un cacerolazo y nadie del barrio participo. Solo yo en mi terraza con una cacerola como un loco...Pero lo hice defendiendo en lo que creo justo e igualitario. Muy bueno!
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